Y escogió a su mamá de entre todas las mujeres

Manuel tenía 35 años y estaba muy unido a Eustaquia, su madre, la llamaba todos los días, le consultaba absolutamente todo, desde como se preparaba una receta, hasta la ropa que se quería comprar, planeaban los días de vacaciones que iban a pasar juntos y lo bien que lo iban a pasar. Disfrutaban poniéndose al día, el uno a la otra. Estaban muy unidos y eran siempre cómplices, parecían un matrimonio bien avenido.

Cuando Manuel volvía a su ciudad, ya que estaba establecido en Madrid, se quedaba en casa de su madre, disfrutando de su compañía, los ricos platos que le cocinaba Eustaquia, el cafelito tal y como le gustaba a él, con su charla íntima y cercana. Manuel se sentía como en casa puesto que en ningún momento ésta dejó de serlo. La orgullosa madre de su hijo, no había tocado nada de la habitación de Manuel, desde que este se fue a Madrid, a estudiar un máster y finalmente a trabajar allí.

Manuel tenía una novia que se llamaba Emilia, llevaban juntos 6 años y habían tenido una hija juntos. Ella era una mujer muy guapa y atractiva, y muy complaciente también, pero inteligente y consciente. Emilia un día abrió los ojos y se dio cuenta de que Manuel ponía por delante a su madre, antes que a ella. Eso la hacía sentir muy triste porque en su cabeza, cuando te emparejas con alguien, esa persona pasa a ser tu nueva familia y la prioridad, es para esa familia que ha creado. Ella sentía que el orden de prioridad en la vida de Manuel era: él mismo primero, Eustaquia en segundo lugar, Marina, la hija de ambos y ella, al final.

Cuando se lo transmitía a Manuel, este decía que no, que eran imaginaciones suyas, pero una cosa era lo que él decía y otra muy diferente, lo que él hacía. Él le decía que la quería, pero no la escuchaba nunca, es más la ignoraba por completo, como si no estuviera delante y llevaba su atención al móvil.

El le decía que eran familia, pero no contaba con ella para hacer planes juntos. Emilia veía que él hacía los planes sin consultarle, como si ella no fuera merecedora de participar de las decisiones de la pareja.

Él le decía que estaba allí para ella, aunque cuando Emilia, muy de vez en cuando le pedía un favor y le decía que era importante para ella, Manuel le decía que sí, pero encontraba la manera para no hacerlo, y si ella le reclamaba, le decía que no era cierto, que ella no se lo había pedido con insistencia.

Emilia no podía entender porque hacía estas cosas con ella y en cambio con su madre, era todo implicación, risas y buen rollo. Acaso ella no se estaba esforzando en hacer las cosas bien y en tener contento a todo el mundo?

Emilia se dio cuenta de que cuando una madre y un hijo no han superado el complejo de Edipo, se convierten en un matrimonio donde no entra nadie más, solo ellos dos. Y si ella se molestaba y no cumplía con el rol donde te la habían encajado, le daban la espalda porque donde ya hay un matrimonio, no cabe amor para nadie más.

Con el tiempo, Emilia se dio cuenta de que a efectos reales era la amante de su pareja, y su madre, su esposa. Decidió irse y dejar al matrimonio en paz, hacer su vida y alejarse de lo que le hacía daño, le escocía, le frustraba y le parecía injusto. 

Emilia entendió que aquel no era su lugar porque le hacían ver de todas las maneras posible que molestaba, que no era adecuada y que no se la quería sacar de un rol establecido y doloroso para ella.

Ella entendió la lección que tenía que tenía que aprender y con muchas lágrimas y dolor, se volvió más fuerte aún de lo que ya era y sabiendo que el verdadero amor no eran las migajas que le querían dar.


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