La venda en los ojos

En psicología hay un mecanismo de defensa que se llama negación, que consiste en no poder ver, intuir, darte cuenta, de lo que tienes frente a ti, aunque esté claro cristalino y el resto de personas te lo digan, tu no lo vas a poder ver. 

De repente llega un día, en que se te cae la venda esa que llevabas puesta, bien apretada, que te dejaba completamente ciega, y como por arte de magia, ves las cosas de otra manera, más completa, más realista, con más datos de los que tenías. Es entonces cuando te quedas de piedra y te sientes desconcertada:

-Pero como no me di cuenta antes? Como no lo vi si era evidente?

Es evidente ahora, que ya no tienes impedimentos, para analizar esa situación o persona, desde una perspectiva amplia...

Creo que las vendas que nos ponemos tienen que ver con las ilusiones que nos creamos, con nuestros anhelos más profundos. Nos aferramos tanto a una fantasía que, en vez de crearla, desde el principio, poco a poco y con seguridad, nos imaginamos que ya viene hecha, empaquetada en papel de celofán con un lazo enorme y lista para abrirla y disfrutarla, como si fuera un regalo de Navidad, que te trae Papa Noel porque tu lo vales. 

También nos ocurre que, en vez de reflexionar sobre aquellas relaciones que no nos convienen porque nos hacen sufrir, escondemos el dolor y hacemos como que no está ahí. Preparamos mucha salsa para disimular el sabor y la textura de ese trozo de carne que se está pudriendo.  Y el resultado es que el regalo que hay dentro no nos gusta nada y el plato nos parece asqueroso y nos sienta mal, pero no nos damos cuenta porque las presentación es tan bonita, que lo de dentro tiene que ser maravilloso.

Yo tenía una gran ilusión, la mayor de todas, la más preciada. 

Desde pequeñita, quería tener una familia unida. De esas conformadas por padre, madre y uno o dos hijos. 

Esa familia iba a estar unida como una piña, en los momentos buenos, en los regulares y en los malos.

Esa familia iba a derrochar amor, pero también iba a negociar para que todos los miembros estuvieran satisfechos. 

Esa familia iba a priorizarse por encima del resto del mundo, respetando la individualidad de cada uno.

Esa familia era un proyecto que se iba a construir con la voluntad y la ilusión de los Adán y Eva del presente.

Mi idea era preciosa en la cabeza, llena de detalles y buenas intenciones, como el sueño más grande y bonito que hayas tenido jamás.




Cuando llegó el momento de llevar el ensueño a la práctica, todo se estropeó, poco a poco pero de manera constante. Los valores eran distintos y los caminos de esa pareja nunca convergieron, porque cada uno tenía trazada su propia senda y no estaba dispuesto a moverse de ahí, a ceder a su ritmo, a cambiar de zapatos, a pisar la vereda desconocida.

Ese paseo tan anhelado por mi, que iba a ser juntos de la mano, se convirtió en dos caminos paralelos que cada vez se separaban más, hasta que la distancia era tan grande, que cada cual estaba en un continente distinto, viendo otros paisajes y formas de vida.

Y eso fue porque llevaba una venda en los ojos y no podía ver. 


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