Destellos de luz
Mi vida transcurre monótona entre diversos tonos de gris.
La emoción predominante en mi es la ira. Los sentimientos que reconozco con mayor facilidad son la apatía, la desgana y a veces, cuando me siento peor, la desesperanza, la angustia y la frustración por no poder salir de ahí. La fatiga instaurada en mi me impide reunir la energía necesaria para funcionar como una persona normal. Llevo una mochila enorme cargada de piedras que quiero soltar cual lastre pero está cerrada a cal y canto y debo de encontrar la manera de abrirla y sacar el contenido que me impide continuar mi viaje. No me gusta estar parada y aguantando un incómodo peso y eso me enfada profundamente.
Y de repente pasa algo que rompe con la inercia establecida. Un destello de alegría viene a mi, surge desde el interior pero se proyecta fuera. Los colores son más vivos, las imágenes más nítidas, hay más luz y me inunda una sensación de felicidad. Se ha ido el nubarrón que tengo encima de mi cabeza y ha llegado el sol y me ha iluminado con sus rayos. Oh, ojalá pudiera ser siempre así, pienso, o por lo menos, más a menudo. La alegría es la emoción más bonita que existe, porque te hace sentir viva, poderosa, confiada e inmensamente feliz. Confieso, que envidio las personas alegres porque tienen lo mejor que hay en la vida. Por eso, me he propuesto que esa emoción también me pertenezca a mi.
He aprendido a abrir esa mochila que cargo, pero tiene un cierre especial, hay que invertir mucho tiempo y esfuerzo y una vez la has abierto, solo se pueden sacar las piedras poco a poco, con cuidado y de una en una, pero vale la pena. Yo por fin, me vuelvo a poner en marcha y sigo mi camino de la vida con la mochila aún cargada pero cada vez más ligera.
La ira se transforma en tristeza, la tristeza en alivio y el alivio en alegría.
La oscuridad de la estruendosa y temible tormenta va dejando paso al fulgor, primero con ligeros destellos de luz después con la apertura de las nubes y la grata presencia del sol para dar paso a un día radiante de aquellos que no se olvidan.
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