Traumas complejos
A veces me siento como un perrillo asustado, de esos que tienen mucho miedo, porque su anterior dueño lo maltrató.
De esos que rehúyen la mirada y salen despavoridos porque tienen miedo de las personas y temen que les vuelvan a dar de palos.
De esos que vagan solos por las calles buscando comida y huyendo del peligro, exponiéndose y atrayendo en realidad, todo tipo de riesgos.
De esos que cuando son adoptados por una persona buena que les quiere, no pueden confiar en ella hasta que pasa mucho tiempo, y aún así, a veces enseñan los dientes en señal de defensa, sin un motivo aparente.
Siento mucha compasión por todos los seres que sufren por sus heridas del pasado.
Inevitablemente, las vivencias dolorosas de antaño se reflejan en nuestro presente, a veces, de una manera muy abstracta y rebuscada, en forma de traumas que amenazan la confianza, la autoestima y la seguridad de quien los revive una y otra vez.
El mecanismo es el siguiente: en el momento más inesperado y de manera inconsciente, algo que sucede en el presente, hace que nuestro cuerpo y nuestra mente lo relacione con un recuerdo lejano y desgarrador. Esa dolorosa memoria hace detonar un estado emocional alterado e incontrolable que suele tomar la forma de furia y hace que no nos reconozcamos a nosotros mismos, dejando una huella de desconsuelo y malestar, no solo en nosotros, también en las personas que tenemos alrededor y que no querríamos dañar.
Así funcionan los traumas. Las vivencias que nos hicieron sufrir en el pasado interfieren demasiado en el presente, tanto que no nos dejan avanzar y nos restan la energía necesaria para crear y vivir en el ahora.
La psicología y la psiquiatría han conseguido tratamientos eficaces para superar las experiencias traumáticas de nuestras vidas.
Pedir ayuda es indispensable para retomar el control y ser libres, sin esas incómodas ataduras que a veces llevamos sin ni siquiera darnos cuenta.
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