Ilusiones eclipsadas
Estos días estoy buscando un colegio para mi hijo que empieza P3 en septiembre. Los recorridos virtuales y físicos por las escuelas, me hacen viajar al pasado, trayéndome a la memoria intermitentemente, antiguas experiencias, sucesos cargados de sentimientos del ayer que vuelven hoy, con parecida intensidad.
Esta mañana súbitamente, me he acordado que Coca-Cola organizó un concurso literario en mi colegio y los profesores nos animaron a los alumnos de las clases superiores a participar. Yo debía de tener 13 o 14 años y mi relato y el de otro niño fueron los seleccionados para pasar a la siguiente fase.
No cabía en mi de ilusión, habían elegido mi narración e iba a concursar de nuevo a nivel provincial, con otros niños y en una sede de la empresa. Estaba contentísima de pensar que a alguien le había gustado mi relato, tanto como para escogerlo entre los demás. Siempre fui una ávida lectora y creo secretamente, que los fieles amantes de los libros, soñamos con escribir y hacerlo bien y quien sabe, si dedicarnos algún día a ello.
La alegría que sentía por dentro contrastaba con la tristeza de no poder celebrarlo como en realidad hubiera deseado. Como siempre, cuando había en mi vida algún motivo de júbilo, la forzada indiferencia se apoderaba de mi, como respuesta a las tibias reacciones de mis más cercanos.
En mi casa, las expresiones de entusiasmo solo eran bienvenidas cuando provenían del adulto, ignorando o negando el alborozo del pequeño y por tanto, privando de la alegría que merecía vivir en su totalidad una niña, ávida de emociones agradables para poder confiar en el mundo.
La impostada apatía ha sido una reacción frecuente en mi durante muchos años, como antídoto al rechazo de mis seres queridos. Ahora, viéndolo con distancia, siento que mis ilusiones de niña fueron eclipsadas por una fuerza que en esos momentos, era superior a mi.
Aún hoy me siento rara cuando estoy alegre y divertida, como si esos sentimientos no me correspondieran y fueran ajenos a mi habitual registro de sensaciones.
Hoy celebro por todo lo alto que aquella niña estaba orgullosa de sí misma por haber conseguido algo que era importante para ella.
También hoy, le permito que exprese su júbilo, la aplaudo y la animo a conseguir de manera segura, todos sus anhelos, ilusiones y deseos. A ella le cuesta muchísimo pero mi yo adulto la ayuda y la protege.
Hoy la dejo brillar como el radiante sol que quiere ser.
Es mu fuerte! sabes que a mi también me seleccionó la coca cola jajajjaja
ResponderEliminarYo estaba tan poco acostumbrada a hacer algo bién, que estuve mucho tiempo pensando que se habían equivocado y no le dije a nadie de mi familia lo del consurso. Madre mía vaya telita...
pues no se habían equivocado, amiga, porque tu vales mucho!
Eliminar